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Chica guapa

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Madrugón para ir a correr un rato y estar en forma. Las piernas no se mantienen bonitas si no se ejercitan.

Después una ducha para quitarse el sudor va un desayuno equilibrado, que ayude a perder esas grasas que impiden tener un vientre plano, donde no faltan los cereales con fibra y otras cosas que combatan el colesterol y los triglicéridos.

¿Mascarillas y cremas hidratantes, exfoliantes y otras palabrotas? No, ahora no. Antes lo hacía por la mañana, pero es mejor hacerlo por la noche, antes de acostarse, para que las cremas hagan su trabajo mientras se duerme.

Se mira al espejo. ¡Qué suerte es tener los ojos azules! Aunque nunca viene de más un poco de maquillaje. El justo, es importante parecer natural. ¿Y esos pelos? Una melena larga y bonita, pero que se enreda mucho. Habrá que cortar esas puntas. Pero no ahora, que ya llegamos tarde al trabajo y todavía estamos en ropa interior.

Obviamente, no vamos a ir con el chándal de hacer deporte. Vamos a ponernos la minifalda, que se note lo bonitas que están las piernas, y tacones para hacer que el trasero se vea respingón. Y la elegante camisa la llevaremos un poco desabrochada. Que se note un poco el escote, aunque lejos de la más mínima obscenidad. Mmm… No es que sean pechos pequeños pero, tal vez, si fueran más grandes… Hoy se hacen maravillas en cirugía… No, no, olvídalo, eso es pasarse. Vámonos, que llegamos tarde.

¿De qué trabaja una chica guapa? Normalmente en trabajos de cara al público. En una tienda de ropa, en un bar, o incluso en una librería, ya que atrae más que la librera sea guapa, a que sea leída. En el fondo, ella lo sabe. En otros campos es muy difícil abrirse hueco siendo mujer, pero en estas cosas resulta al revés. Y España es un país de servicios, así que la oferta es abundante. Si hace bien su trabajo y se mantiene guapa nunca le faltará el empleo. Incluso ascenderá a encargada-jefe más rápido que nadie, porque además es inteligente. De hecho, firmó un contrato indefinido el año pasado, en plena crisis, cuando nadie conseguía empleos de más de seis meses de duración. Sí, en el fondo lo sabe. Pero no hablará de machismo por ello, ni rechazará un contrato indefinido con dos pagas extra. Trabaja duro, se esfuerza y quiere pensar que el mérito es de su esfuerzo, como si los demás no se esforzaran.

En el breve descanso de media mañana, echa un euro en la máquina de refrescos. Una Coca-Cola Light o una Coca-Cola Zero, porque la normal engorda. «Si no quieres engordar», le dice un compañero, «¿por qué no te pides simplemente agua o un zumo natural? Porque, a largo plazo, eso no puede ser bueno para la salud». ¡Qué tío más pesado! Tiene contrato temporal, se irá pronto. Menos mal. Aunque tiene razón, a partir de mañana, agua.

Volvemos a nuestros puestos con una sonrisa impecable, hasta las 14:00. Llegada esa hora, empiezan los turnos de veinte minutos para irse a comer.

Su menú: un sándwich de pan integral, ensalada y muy poquita carne. Ah, y una pieza de fruta, importante. Tiene que ser algo equilibrado y sano (lo segundo sé qué significa, lo primero no, pero suena necesario). Además, dicen que la comida de mediodía debe ser ligera. Lo importante es el desayuno. Es lo que mejor asimila el cuerpo, así que el resto del día debe de comerse poco. Si no, la línea se resiente.

Antes de volver al curro, pasamos por los lavabos. Hay que limpiarse los dientes, no podemos arriesgarnos a tener ningún resto, y aplicarse un poco de spray bucal por si acaso huele el aliento. No es porque sea suya, pero se reconoce a sí misma que tiene una boca preciosa. La verdad es que mereció la pena llevar aparato aquellos dos años.

Cuando toca turno de mañana, sale a las 18:00. Hoy aprovecha para ir al peluquero. No puede seguir con las puntas abiertas. Le pide que se las recorte. Mientras el peluquero trabaja, ella se mira en el gran espejo que cubre la pared y piensa en cambiar de peinado. Este que lleva ahora no le convence del todo. Aunque, la verdad, le queda bien y arriesgarse con otro que puede quedar peor… No, mejor no nos arriesgamos. Seguimos con el actual, aunque recortando un poco el flequillo.

El corte de pelo ha terminado. Se mira en el espejo: ¡qué bien estoy! Y sí, querido lector, lo está.

Por la noche un poco de ejercicio, unas flexiones (las justas, que queremos mantener el vientre plano, sin volverlo musculoso), unos estiramientos, una cena ligera, las cremas hidratantes… y a dormir. Mañana más.

Ya es mañana por la mañana. Tras correr, desayunar, maquillarse y vestirse de la misma forma y por los mismos motivos que ya hemos descrito, sale a la calle rumbo al trabajo.

Cerca de su casa han abierto un socavón. Hay dos obreros esperando. Parece ser que los materiales que necesitan ahora están de camino. Los obreros se limitan a mirar, sentados en unos bloques de cemento. Uno de ellos, un tipo gordo, grande, de calvicie sudorosa y barba descuidada, se fija en ella y, tras valorar el duro trabajo que hace la chica para mantenerse tan bonita como está, le grita:

-¡Guapa, más que guapa! ¡Cásate conmigo, preciosa! ¡Monumento!

Ella le mira con desprecio y se dice a sí misma: «Qué tío más machista y superficial. Soy algo más que un cuerpo bonito. Además, no eres nada atractivo.»

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