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Niños somos

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Niños somos desde que nacemos hasta que morimos.

Niños somos y jugamos a las decisiones, a la política.

Niños somos que matamos y sometemos a otros niños;

niños abusones.

Niños somos que nos miramos al espejo y nos recreamos y vemos más de lo que somos

y nos asustamos cuando descubrimos que somos niños,

niños sólo.

Ni reyes, ni presidentes, ni emperadores,

ni héroes, ni sabios, ni descubridores.

Niños somos y niños solo.

Y lloramos.

Y nos sentimos perdidos, solos.

 

0.

Vuelan las palabras en alfombras mágicas de ceros y unos, de la marca ASCII.

Vuelan las palabras y algunas significan y otras ensordecen; algunas dulcifican y algunas empobrecen.

 

1.

Cerebro plano, con dedos funciona, sin neuronas, cerebro en las manos.

Respira chica de ojos negros. ¿No notas cómo el céfiro flamea los rizos de tu pelo?

Respira… je, je, “equisdé”… Mira al frente, respira.

Cerebro plano, versión siete, sin neuronas, cerebro en las manos.

Cómpralo. ¡Ahora más caro!

Medio litro más de sangre, sangre de niño, ¡claro!

Pero eso es moneda congoleña. En euros parece barato.

Podría arder el mundo en esta noche y no te enterarías.

Ora ruje el dragón sobre el cemento. Ora calla. El marcapasos de su corazón se llama semáforo. Y en el silencio el céfiro flamea tu pelo de rizo moreno, y sus límites se confunden con las sombras de la noche que aún asoma entre farolas y destellos.

Bonito rostro. Tan joven, tan bella, tan presa.

Cerebro plano que aplana cerebros.

Se maneja con los dedos. Okey, “equisdé”…

Pareciera, padeciera que tuviera cosas importantes que hacer, que pensar que vivir.

¡Respira!

Escucha el latido de la ciudad, muchacha.

No se oyen las bombas. No. Aquí no. Aquí el cerebro plano tiene cosas importantes que decir.

Cosas banales que no te dejarán vivir,

pero importantes, ya que sin sangre en el Congo no hubieran llegado hasta ti.

El precio del “je, je, equisdé”, emoticón sonrisa.

Respira chica, respira. Deja al autobús pasar, escucha el corazón de Madrid, escucha tu silencio y el suyo. Encontrarás silencios en el respirar del gran dragón, entre rugido y rugido… La razón es que no hay razón para sufrir por un “guou, equisdé”. No hay nada importante tras ese nervio, esa prisa, ¡esa histeria! Sólo un cerebro plano que aplana el cerebro, acelera los pensamientos y de tan rápido que van no te dejan pensar.

Respira.

¡Que arda el mundo! ¡Que arda! Pero, al menos esta noche, en lo que tarda en llegar el autobús, respira. Olvida el móvil y escucha cómo respira Madrid. Sólo un momento.

¿Lo ves? ¿Lo oyes? ¿Lo sientes?

¿No te parece que la gran ciudad es un dragón mágico, gigantesco, temible y amable? ¿No te parece que aún hay belleza?

Incluso en una noche cualquiera, en un barrio cualquiera, en una calle cualquiera, incluso en Madrid.

 

2.

Poeta sigue siendo el que mira y ve belleza.

Ojos sensibles.

Silencio, una suave brisa, no rimaré con “prisa”, respira…

Y ahí está, ahora la ves: belleza.

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